Hace más de dos años que tuvimos que confinarnos debido a la pandemia originada por el aún desconocido virus que llamamos COVID19 y todavía tengo muy vivos los recuerdos experimentados aquellos días desde mi balcón de la calle Embajadores, en el barrio de Lavapiés.
El primero que viene a mi memoria es aquel en el que salimos al balcón a aplaudir muy merecidamente a los sanitarios por su gran esfuerzo y autoorganización ante una situación nueva y desconocida como la que estábamos viviendo. Junto a este acto que repetíamos diariamente a las ocho de la tarde, recuerdo establecer contacto visual con mis vecinos del bloque de enfrente y cómo nos saludábamos cada día y la intranquilidad que me producía si algún día no asistían a esta cita puntualmente, pensando que pudiera haberles ocurrido algo. Otro recuerdo precioso es el de alguien que nunca sabré quién es, amenizándonos con sus melodías de saxo algunas tardes. Recuerdo también las charlas con mis vecinos de balcón a balcón, con los que había coincidido cientos de veces por las escaleras y apenas habíamos cruzado unas palabras y con los que mantuve interesantes conversaciones aquellos días.
Y cuando se produjo el fenómeno de “Filomena”, esa fotografía al despertar en el centro de Madrid con todo el balcón cubierto de blanco.
En estos días del fenómeno “Filomena”, un bonito recuerdo que tengo es el de la policía ayudando a personas mayores a regresar a sus casas.
También recuerdo cómo los vecinos y comerciantes del barrio, de distintos orígenes y religiones, se unieron para quitar la nieve con palas y abrir camino hacia las tiendas para que cualquiera pudiera hacer sus compras en esos días.
Como último recuerdo por lo importante, citaré, cómo a través del Mercado de San Fernando y Supercoop, algunos vecinos se organizaron para pedir donaciones y repartir comida en aquellos hogares que se habían quedado sin ningún sustento por no poder salir a buscarlo.
Todos ellos, bonitos y entrañables recuerdos que estaban detrás de la terrible situación que muchas personas estaban viviendo. Una experiencia que preferiría no volver a vivir por sus consecuencias, pero que espero haya quedado grabada para siempre en mi memoria.
Espero que no se nos olviden con el tiempo esos momentos tan solidarios que vivimos; recordarlos nos hace mucho bien, y creo que se nos olvidan porque nos venden solo la libertad de la diversión y se menosprecia la libertad del amor.
Supercolaboradora Teresa Jodar Álvarez